Novela de Ánder Solozabal (Poncho K, Forraje, Salida Nula...) en la tienda
Desde hace unas semanas tenemos en la tienda la segunda novela de Ander Solozabal, El testamento de Miguel Grebalda. En este libro el autor novela una historia con varios personajes enclavada en un pueblo de Castilla. Los diferentes temas del libro (amor, amistad, vida y muerte) exigen, a veces, diferentes estilos en el lenguaje a utilizar, aunque el sello personal del escritor se reconoce detrás de cualquiera de ellos. En esta obra, la crítica social y la denuncia están presente. Aquí tenéis una pequeña biografía y un par de poemas que suele leer en las lecturas que ofrece allá donde le requieren como aperitivo a su literatura, y así, os hacéis mejor idea de su manera de escribir.
A Ander Solozabal el veneno de la escritura se le inoculó en la librería propiedad de su abuela. Fue en ese lugar donde consumió muchas horas desde que aprendió a leer. A los 19 años se instala en Madrid y poco después inicia un recorrido por la península trabajando en lo que le sale sin más pretensión que ir subsistiendo. A los 28 años escribe su primera novela, 'El Campo de la Iglesia', ambientada en el Portugalete de su juventud. 'El testamento de Miguel Grebalda' es su segunda obra tras el éxito obtenido con 'El Campo de la Iglesia' (4ªedición) ambas publicadas por la prestigiosa editorial Hiru (Eva Forest y Alfonso Sastre)
En la actualidad trabaja en la oficina de management Rompe Records, y es manager de Poncho K, y de las bandas Forraje y Salida Nula, amén de otros artistas de otros estilos.
LAS ESPERAS
Son tiempos espídicos éstos que vivimos,
tiempos, donde la memoria es apartada por la prisa, esa enfermedad de ciudad que se
extiende como la antigua peste. ¿Qué extraña elocuencia tendrá el verbo esperar que
tanto nos consume la paciencia?¿Qué pasa, no nos damos cuenta que esperando se suele
pensar? En los atascos. En los andenes. En las colas de los supermercados.
En los ambulatorios. Y pensamos mosqueados por estar quietos un rato, sintiendo la
sensación de que se te escapa la vida entre desconocidos, teniendo la rara certeza de que
no conoces ni siquiera a un vecino.
Pero, es verdad, el cielo continúa en su sitio, cerca del río los pájaros vuelan con las
alas ennegrecidas, y algunos árboles centenarios siguen ahí. Los viejos de mirada
gastada nos lo recuerdan. Con sus gestos, con palabras, con sus almas cansadas.
Nos reflejan un tiempo donde nosotros no éramos nada.
Los jóvenes a eso que se llama pasado no le hacen caso.
Están seguros de saltarse las leyendas que hablaban de héroes.
Hoy en día no hay héroes, ni hay ganas de serlo.
hay que ir al turrón, a que llegue el viernes y termine la semana.
Y cuando el sol se alza en esas mañanas limpias y claras
habría que saber cuantos bichos modernos de ciudad reparan,
con la oreja metida en el teléfono móvil las jornadas están pronosticadas.
Pero creo que habrá quién piense que las esperas son las dueñas de los sueños.
Y tengo claro que pertenezco a esa calaña que no se cansa de resistir soñando, que soy
de esa clase de gente que no se cansa de soñar, luchando.
LA SUERTE
Ha pasado ya tiempo desde mi nacimiento creo que el suficiente para saber que me
encuentro mas o menos en la mitad de la vida y para afirmar que a la suerte hasta ahora
tengo por amiga. De la muerte mi estrella me esquiva, pues de sus brazos unas cuantas
veces me ha arrancado y de su miedo me siento despojado. De envidia, en mayor o
menor medida me encuentro librado. En amor voy beneficiado pues una buena
mujer se encuentra a mi lado. De salud no voy mal, es mejor no quejarse viendo cómo está el
percal, y de talegos voy a hablar, me najé de casa con 19 años y 20 talegos en el bolsillo
y aun no he regresado por mi filial domicilio.
El trabajo como el cielo que me espere sentao que mis peores ratos en los tajos supongo
que ya han pasao, guardacoches, limpiador, obrero, vendedor, escribiente o
embaucador, que más puedo pedir, si hasta aquí puedo vivir,
además esperad que os cuente, hace unos años sembré simiente en un vientre y antes
del verano nos encontramos con el regalo, dos gemelas habíamos germinado.
En los controles no me detienen, en las peleas no me castigan, en los atracos
no me ligan, las drogas no me enamoran, las beso, las digo hola y
las dejo solas, las palabras a veces bailan a mi son y me permiten crear para que
tu las puedas escuchar/leer hoy, Y a mi instinto siempre agradeceré que, cuando mi querida
abuela iba a morir, su última noche en vida a su lado dormí, sus manos apreté,
a su débil cuerpo abracé, y solitos y abrazaditos los dos, nos dijimos lo que siempre
nos habíamos negado, que nos queríamos tanto y tanto, que no había amor, que pudiera
sobrarnos.
Enviado por agradecido el 03.06.09